La vida puede ser maravillosa cuando te paras a disfrutar de las pequeñas cosas que hacen que brille de forma especial.
Hablo de los pequeños placeres que consiguen sacarte una sonrisa en los peores días y que completan los días soleados.
Se me ocurren miles como escuchar el ruido del mar una tarde nublada de invierno, el olor a gasolina o pintura, llorar de la risa hasta que duela la barriga, volver a ver tu película favorita, observar el recorrido de una mariquita con siete lunares cuando pasas el día en el campo, sentir la arena en tus pies descalzos, acabar un buen libro, empezar a leer una saga de la que no puedes parar de leer, plasmar en un folio lo bueno y lo malo, meter la mano en un saco de diminutas lentejas, disfrutar de un baño relajante, un masaje con aceites, el olor de la hierba recién cortada, la lluvia sobre la cara, un abrazo por la espalda, una simple llamada, un amigo de verdad, un hombre sobre el que llorar, tu comida favorita, escuchar la música muy alta, bailar hasta que te duelan los pies, reír, sonreír, VIVIR.
Porque las pequeñas cosas de las que nos hacen sentir enormes.
¿Cuál es tu pequeño placer que te hace sonreír?
Mirar el cielo desde un alto y respirar profundamente. Recoger los huevos del gallinero y las patatas y cebollas de la huerta, y hacer una tortilla de patata lentamente, al fuego de leña.
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