Son días de gotera.

Días en los que no puedo dejar de llorar,

días en los que, por mucho que lo intente,

las lágrimas encharcan mis mejillas

y la sensación de vacío no me abandona.

Esos días es la escritura quien me salva.

Escribo como acto de supervivencia,

para que lo malo duela menos.

Por eso siento y escribo a partes iguales.

Sólo así consigo arreglar la gotera.