Han pasado varios años desde que te marchaste, pero lo que más pena me produce es no haberme podido despedir de ti, lo intenté, pero estaba de viaje y llegué tarde. La sensación de no haberme despedido de ti hace que me sienta incompleta, cómo si me faltara algo.

Eras mayor, más de 90 años y cientos de arrugas, pero parecías una jovenzuela de 70 con su pelo rubio, tu piel suave, tu mano siempre fría, tus preciosos ojos azules y ese olor tan rico que te caracterizaba. Recuerdo lo bien que cocinabas, ese caldo que alimentaba con sólo olerlo.

¿Recuerdas cuándo se fue el tío? Eras tan buena que sólo me decías que te tenías que haber ido tú, que ya habías vivido mucho y él tenía toda una vida por delante. Creo que tus palabras reflejaban perfectamente tu bondad y tu amor por los tuyos.

Te echamos mucho de menos M.