Hay amistades que van y vienen, otras temporales, otras fugaces pero con muchas vivencias y otras de toda y para toda la vida.

Amalia es una de esas. La primera persona de mi grupo de amigos que conocí un recreo en el instituto cuándo teníamos doce años.

Empezamos a pasarnos esa media hora hablando mientras paseábamos por el patio, cotilleando de tonterías que en ese momento eran superimportantes: este chico me ha mirado, este otro parece que le gusto, intercambiábamos cartas y nos pasábamos el día hablando con mensamanía. Las tardes y noches las pasábamos en el Polvorín… El mismo plan durante años pero nunca nos hemos cansado de estar juntas.

Y ahora, han pasado 18 años y seguimos cómo el primer día. Hemos aprendido a querernos cómo somos, con nuestras virtudes y nuestros defectos. Nos conocemos una a la otra casi igual que a nosotras mismas. Nos hablamos por cualquier cosa, nos preocupamos la una por la otra, sabemos lo que piensa la otra antes de que hable y mos reímos siempre mucho y juntas, siempre juntas.

Un brindis por las amistades así de bonitas ❤