Sería demasiado sencillo si lo fácil y lo bueno fueran la misma cosa,
que levantarse por las mañanas no nos costara un mundo,
que las resacas no existieran, que los olvidos se olvidaran
con un simple y sencillo «ya está, volvemos a lo de antes»
o que la vida fuera un examen tipo test,
uno de ésos en los que sólo los aciertos cuentan
y los errores no descuentan, no nos hacen daño.
Si todo fuera así de fácil, nunca valoraríamos la satisfacción
de lograr lo difícil y alcanzar lo imposible.