Me siento en una roca y escribo.

Miro al mar y sigo escribiendo.

Respiro su olor y escribo con más ganas.

 

La inspiración no cesa, el mar tiene ese poder. Vivo a 600 km pero, si cierro los ojos, puedo olerlo, puedo notar cómo se pega a mi piel y se enreda mi pelo.

 

Echo de menos el mar y de más a muchas personas. Sonrío, todo es más sencillo con su brisa. Ojalá allí ahora, pero no puede ser.

 

Pronto, muy pronto.