Disfrutar de las pequeñas cosas,
como escuchar el mar en una caracola,
sintiendo el sonido de las olas
que te relaja y te dibuja una sonrisa.
Aprovechar cada segundo de vida
llenándolo de todos esos placeres
que hacen nuestros días más bonitos.
Un beso de buenos días en la frente,
un abrazo silencioso por la espalda,
una sonrisa cómplice que reconforta,
miradas que hablan entre ellas
cuando no necesitamos palabras.
Plasmar por escrito cada sentimiento,
sea bueno o malo, porque me salva
y ayuda a curar todas las viejas cicatrices.