Reconocer los errores significa aprender a cerrar las heridas que tenemos.

Cuesta mucho perdonar a los demás, pero cuesta todavía más perdonarnos a nosotros mismos. Esas son las heridas que más sangran y que más tardan en cicatrizar.

A veces las mochilas más pesadas son las que cargamos de errores y no cerramos por mucho que lo necesitemos.

¿Os cuesta más perdonar a los demás o a vosotros mismos? A mí, sin duda, me cuesta más perdonarme a mí misma.