Se miraba en el espejo y no era capaz de reconocer a la extraña que la miraba fijamente en el reflejo.
Los años, las cicatrices, el dolor y las decepciones la habían cambiado.
Ya no sentía dolor, ni alegría, ni tristeza. Ya no sentía nada.
En su interior solo había oscuridad.
Muerta en vida, fría de corazón.